miércoles, 15 de febrero de 2012

UN CUENTO

Era un Príncipe Azul. Creció y lo educaron para ser un Príncipe Azul. Así que lo era: alto, guapo, rubio, bien dotado, cachas, buena voz, etc. Al cumplir la mayoría de edad se le entregó un Memorándum con todo lo que se esperaba de él. Y para lo que a este cuento interesa, su primera misión era “Contraer Matrimonio con Princesa de Cuento”. A ello se puso.

Salió al mundo y lo recorrió en gran parte. No le llevó mucho tiempo, porque su mundo tampoco era muy grande. Disfruto de algunas aventuras donde demostró su buena preparación, valor y predisposición para llevar a cabo grandes cosas. No olvidaba su objetivo, una de sus misiones principales: encontrar a la Princesa de Cuento. Se informó de algunas candidatas, y le fueron ofrecidas algunas, e, incluso tuvo la osadía de rechazar a alguna que otra. Debía aspirar a la mejor, en ello iba gran parte de su suerte. Tal y como le habían enseñado, la mejor, debía ser la más difícil, aquella que, para encontrarla, debía entregarse más duramente, pasar las peores y las más difíciles pruebas.

Encontró la pista de una Princesa, dormida en lo alto de la torre de de un palacio en lo más profundo del bosque. El camino difícil y plagado de los más terribles peligros llevaba al aposento de esa Princesa a la que, con un tierno y amoroso beso, lograría despertarla y con ello que consintiera en contraer matrimonio.

Inició el camino. Tuvo que resolver complicados enigmas, enfrentarse a terribles criaturas, abrirse paso entre vegetación densa e infestada de insectos, e, incluso, vencer en honorable duelo a otro Príncipe Azul y a algún otro indeseable en tan honorable pelea.

Llegó y frente a la Princesa de Cuento, se conmovió y se dijo que todo había merecido la pena. Acercó sus labios a los de ella, queriendo poner en ellos el beso, más tierno, más dulce, más inolvidable que el mundo hubiera conocido.
Y ella, despertándose sobresaltada, grito:

- ¿Quién sois?
- El Príncipe Azul, claro. Y, ahora, si os complace, vuestro humilde prometido – Aclaró él.
- No, no, estáis en un error, alguien os ha informado mal. – Tartamudeo ella.
- ¿Cómo? No, no, no hay error posible… - Insistió él.
- Mi buen caballero, yo ya fui despertada… Es cierto que no hace mucho tiempo, pero ya tengo mi Príncipe Azul. Vamos, de hecho, ya estoy casada con él. – Explicó ella.
- ¿Cómo? – Se encontraba algo aturdido, no podemos esperar del él mucho ingenio - ¿Casada? ¿Con otro?
- Si, me temo que si. Veréis, en estos momentos me encuentro sola porque el bueno de mi marido esta contratando los obreros y artesanos necesarios para rehabilitar el Palacio. He estado mucho tiempo dormida y, claro, una casa como esta sin los necesarios cuidados… - Se animaba ella, dispuesta a contarle ya todas las reformas que eran necesarias.
- Pero – cortó él - ¿Y el camino hasta aquí? – Preguntó.
- ¿Camino? Ah! Ya veo, vos debisteis llegar por el Sur, que todavía no hemos podido limpiar. Mi marido llegó por el Norte, ¿sabéis? – Contestó ella, asomándose por la ventana de la torre que daba al Norte, y donde era apreciable a simple vista un camino que llegaba hasta el Palacio, algo más estrecho, eso sí, pensó, que el que había hecho él en el lado Sur.
- Bueno, pues no sé qué decir, supongo que aquí sobro, perdonar – Dijo él, volviéndose hacia la puerta y decidido a dejar aquella habitación.
- No, no, no os marchéis así… No puedo ofreceros gran cosa, pero por lo menos tomad un vaso de vino, había una gran cantidad en Palacio y espero que haya envejecido bien.

Accedió a ello porque aún seguía aturdido por lo ocurrido y porque tenía sed ¡qué diablos! Tomaron el vino y se alargó la conversación y ella estaba esplendida y él seguía desesperado porque estaba convencido de que ella hubiera sido La Princesa de Cuento ideal. Se terminó el vaso de un trago y decidido a marcharse inicio su despedida:

- Mi señora, lamento no haber sido el primero, estoy convencido de vuestro esposo es un hombre especialmente afortunado y así ha sido agraciado con su matrimonio con vos. Pero, siendo el segundo, no pudiendo ni anhelar vuestra compañía, entended que debo retirarme, no sería propio que me encontrase, vuestro esposo, en estos aposentos.
- Por eso no os preocupéis, mi buen caballero, mi esposo tardará en volver.. no sé que dijo de que iba en busca de un amigo suyo que era diseñador y … - Se explicaba ella.
- Perdonad mi señora – interrumpió él -, pero no es esa la cuestión. Estoy faltando al honor y al respeto que se merece vuestro marido.
- Pero si solo estamos hablando, mi buen caballero. Hablamos de esto, de lo otro, ¿qué mal hay en ello?
- No, nada, por supuesto, nada más pretendo mi señora – Casi enojándose, respondió él.
- Pues quizá deberíais, mi buen caballero, quizá deberíais.- Sonreía ella.
- ¿Perdón, mi señora? – Se escandalizó él.
- Si, si, daros cuenta, que, en todo este tiempo me he perdido muchas cosas, de las que me gustaría informarme, y, por supuesto, manifestar mi opinión, y… - Siguió ella, ya, irrefrenable.

Capituló y reconociéndose a sí mismo que también a él le apetecía informarla y cambiar opiniones sobre los últimos chismes acontecidos en su mundo y, a fuer de ser sinceros, aquél vino había envejecido bastante bien, permaneció a su lado. Continuaron la conversación hasta que salió el tema del beso, y, espantado, el buen Príncipe Azul, escuchó como ella describía su beso como mucho mejor que el de su actual marido, que, donde va a parar, mucho más cariñoso, mucho más sensual. Y cuando dijo aquello, mirándole con sus ojos chispeantes, en los que, no quepa duda, algo de culpa debe tener ese vino, no pudo remediarlo y volvió a besar esos labios con mayor pasión e intención que la primera vez. No en vano, el Príncipe Azul se había reservado durante tiempo para su Princesa de Cuento. Ella no solo no se aparto de su beso, sino que se lo devolvió con creces y abrazándosele fuerte murmuro algo parecido a “!por fin!”
Fue una noche gloriosa, tremenda, fascinante. Ella ya no era virgen, ya no era lo que él había esperado, pero, por ello, quizá, fue más gozosa.
El Príncipe Azul ha renunciado a cumplir con su Memorándum, bueno, al menos, con lo de “Contraer Matrimonio”. Ahora se le ve en todas las fiestas de todos los Palacios, regodeándose en escotes y esbeltos talles, lanzando miradas insinuantes y susurrando a los bellos oídos de las bellas, las palabras más deliciosas, los cumplidos más elegantes y las proposiciones más sugerentes

2 comentarios:

  1. Qué pena que no se pueda leer.

    Pohebe.

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  2. El tipo de letra es oscuro, como el fondo.
    Seleccionando el texto se puede.
    No se si ha sido un despiste o hecho a proposito.

    Y colorín colorado,
    a partir de ahora,
    al Principe,
    que le quiten lo bailado

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